La Policía registró un fuerte aumento en secuestro de aves silvestres que generalmente son comercializadas de manera ilegal. Las autoridades explicaron cómo es el procedimiento de rescate y de qué manera a se asiste a los animales luego de ser recuperados.

El subcomisario de la División de Delitos Rurales y Ambientales de la Capital, Nicolás Marchán, le informó a LA GACETA que en el último mes hubo un notable aumento en los secuestros de pájaros silvestres. Durante los siete meses transitados del 2023, la Dirección General de Delitos Rurales y Ambientales rescató 320 aves silvestres; de ese total, 135 fueron recuperadas en el último mes. “Tenemos muchas maneras para intervenir. Realizamos operativos en las ferias donde los comercializan ilegalmente y también hacemos allanamientos en domicilios particulares donde sabemos que tienen animales secuestrados”, explicó.

Marchán dijo que muchas veces la difusión de las noticias de secuestros en redes sociales es de gran ayuda para la unidad, ya que en la sección de comentarios algunos usuarios suelen informar de casos de aves en cautiverio. “Siempre que se secuestran animales, toman repercusión pública y la gente empieza a contar. También ahondamos en las publicaciones de Facebook donde ofertan a los animales, ubicamos los domicilios, les informamos a los propietarios que están infringiendo la ley y generalmente terminan entregando los animales para su secuestro”, indicó.

LIBRES. Los policías liberan las aves en el parque 9 de Julio.

Las especies de aves más secuestradas son mirlos, reyes del bosque, pepiteros y reynas moras. Usualmente secuestran pájaros que están en peligro de extinción, tal como sucedió el pasado lunes, que recuperaron un cardenal amarillo en un domicilio de Tafí Viejo, en un operativo que fue supervisado por los comisarios Javier Alderete, Ariel Galván y Silenio Castaño.

Si bien es más común el rescate de aves, durante los operativos realizados en lo que va del año se secuestraron 17 animales silvestres, entre los que se incluyen monos, lechuzas, caballos, flamencos, boas e incluso un águila. “Estos son muchos animales que a veces la gente los tiene como mascota y no está permitido; además los suelen tener en malas condiciones, especialmente a los caballos”, indicó el subcomisario.

Según las investigaciones realizadas, el secuestro de las aves silvestres puede tener dos fines: convertirse en mascotas domésticas o ser comercializados. “Generalmente la cantidad que encontramos cuando hacemos los secuestros es lo que nos lleva a determinar con qué fin lo tienen. Hay muchos domicilios donde hay uno o dos pajaritos, pero también nos pasa que en otros encontramos entre 40 o 50 y varios son de la misma especie, entonces deducimos que el fin es su venta”, explicó Marchán.

Un cardenal amarillo que está en vías de extinción.

Otra cuestión en la que los investigadores están trabajando es cómo hacen las personas para tener acceso a estos animales. “No se descarta que pueda haber un mercado más grande que se encargue de abastecer a estos comerciantes. También los consiguen capturándolos ellos mismos: colocan una red invisible muy grande, casi imperceptible, donde andan las bandadas y se atrapan prácticamente solos”.

Por último, el subcomisario advirtió de los precios a los que suelen comercializar algunas especies de aves silvestres. “Los cardenales y reyes del bosque salen entre $2.000 y $3.000 si son recién trampeados. Cuando el ave ya es grande y cantora supera los $15.000 y $20.000. A los mirlos los venden a $30.000 aproximadamente”.

Rescate

Luego de ser rescatadas, las aves son asistidas por veterinarios para intentar preservar su salud. Marchán dijo que debido al gran número de casos que se ha registrado últimamente, la División de Delitos Rurales comenzó a trabajar junto con la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia y a la Reserva Experimental de Horco Molle.

Juan Pablo Juliá, director de la reserva, le explicó a LA GACETA cómo es el procedimiento. “Una vez que la División secuestra a los animales, la Dirección de Flora y Fauna es quien se encarga de derivarlos con nosotros. Cuando tomamos intervención, nuestro equipo de veterinarios los examina para ver si están en condiciones de ser liberados de nuevo a su hábitat. Cuando trabajamos con aves, intentamos ponerles un anillo para poder identificarlos si vuelven a ser capturados”.

Un ejemplar de lechuza vizcachera que está protegida.

Juliá, también contó que las especies que están en peligro de extinción o que estuvieron mucho tiempo en cautiverio reciben un tratamiento distinto. “Cuando aparecen animales en peligro de extinción, como pasó con el cardenal amarillo, son derivados a un programa de recuperación nacional de esa especie, donde reciben un monitoreo especializado. Si son animales que estuvieron mucho tiempo en cautiverio pueden quedar un tiempo más resguardados hasta que consideremos que están aptos ser reinsertados. Es un gran trabajo que realizamos en conjunto para intentar proteger a las especies, sobre todo a aquellas que están en peligro”, dijo el titular. (Producción periodística: Micaela Pinna Otero)